martes, 8 de marzo de 2016

Alarmado y ahumado

Pocos sonidos hay más desagradables para mí que el de la alarma de los detectores de humo; aunque en fin, supongo que ése es el punto, que te enteres de que suenen... En mi vida, a mayores de simulacros de incendios en la facultad, me ha tocado vérmelas con tres situaciones en las que los cacharros se encendieron porque había realmente humo... que no fuego. Y las tres tuvieron que ver con comida que se quemaba:
- La primera, en nuestra casita de Sodra Sandby, durante mi primera estancia en Suecia. Un día a la hora del desayuno, el nigeriano puso a cocinar durante mucho rato  en el microondas algo sin darse cuenta de que estaba puesto en modo grill, con lo que lo que sea que fuese (quedó irreconocible) se quemó, hizo una humareda considerable, y hasta que se disipó el sonido de la alarma desde luego nos tuvo a todos fuera de la casa.
- La segunda fue algo más peliaguda: el sonido de la alarma, que si te pilla durmiendo yo creo que te atonta aún más y no te deja pensar con claridad en por dónde escapar, nos despertó de madrugada en un hostal de las Highlands. Los "responsables" del grupo nos pusimos algo por encima y conseguimos sacar de sus sacos, con muchas protestas, a los dos "juiciosos", y salimos los cinco al frío exterior para descubrir que todo era culpa de otros visitantes, que habían quemado unas tostadas queriendo desayunar de madrugada, los muy malditos...
- Y la tercera... acabo de vivirla en mis propias carnes, mal que me pese. Estaba preparando la comida de mañana y cuando me despisté la salsa de soja del fondo de la sartén se secó y churruscó un poco, el humo rebasó el umbral de la campana extractora, y ya la tuvimos liada: alarma sonando en todos los pasillos de la residencia,la gente empezando a salir de sus habitaciones y saliendo a la calle... y yo pensando en si bajar directamente por la ventana para ahorrarme el dar explicaciones. Bajé en cualquier caso, qué remedio, a contarle a todo el mundo que era culpa mía, que se me había quemado lo que estaba cocinando, pero que no pasaba nada; y me tocó aguantar luego sus sonrisas condescendientes, sus caras de "éste es la primera vez que sale de casa y no le hacen la comida" y sus consejos de "es que tienes que encender una cosa que hay encima del fogón"... madre mía, ¡hubiera preferido mil veces que alguien se enfadase y me echase una bronca de verdad! Entremedias la alarma dejó de sonar y volvimos adentro... pero me da miedo acostarme, pues supongo que en algún momento vendrá el responsable técnico que toque a darme una reprimenda. Qué dolor de barriga...

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