miércoles, 7 de septiembre de 2016

Una tarde en Burdeos

 El pasado sábado 27 dejamos atrás Bermeo y, yendo con la poca prisa que nos permitía subir con todos los magrebíes y portugueses que volvían de vacaciones, llegamos a Burdeos, nuestro siguiente destino, a una hora ya algo tardía. Entreteniéndonos luego buscando qué hacer con el coche, comiendo y demás, al final nos quedó por la tarde el tiempo justo como para dar una vuelta y verlo todo por fuera.

 El centro "visitable", de todas maneras, curiosamente lleno hasta arriba de mendigos, perroflautas y demás fauna; tampoco es demasiado grande, por lo que se llega con facilidad de una vista pintoresca a otra.

 Vistas como la iglesia de San Eloy, con su gran campanario-puerta anejo.

 Lo de las iglesias con campanario separado no era de hecho raro en la ciudad, y lo mismo se veía en la basílica de San Miguel...

 ... o en la propia catedral de San Andrés, ambas que por lo demás tenían una pinta de lo más bonito, lástima de tiempo...

 Espacios pintorescos religiosos por un lado, y también civiles: como el Palacio y Plaza de la Bolsa; que era de hecho uno de los espacios más concurridos en aquella tarde de sábado, pues la explanada que se ve era en buena medida una de esas fuentes-playa de chorros que se han puesto de moda últimamente, y media ciudad parecía estar remojándose dentro.

 La Plaza de los Quincunces, una de las más grandes de Europa, pero que en su mayor parte es una explanada polvorienta de grava blanca. Sólo el monumento-fuente en recuerdo a los muertos del partido girondino atrae algo la atención, rodeado como está de grupos escultóricos en los que entretenerse buscando detalles...




 ... y el consabido gallito francés, claro.

Una ciudad vista un poco a la carrera y a la que no creo que me importe volver. Máxime teniendo en cuenta que os atractivos naturalísticos que tenía cerca, que caerán en las próximas entradas, la hacen aún más apetecible.

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