martes, 31 de enero de 2017

Cabodano

 
Fue al ver la pinza de madera asegurando el contenido de la bolsa, mientras comisqueaba en estos panes tostados, que me acordé de mi abuelo; a lo tonto hacen ya siete años de su fallecimiento. No me acordé de él, vaya, sino de un niño regordete que asaltaba de vez en cuando la alacena de casa de sus abuelos para matar el gusanillo con un par de tostadas Recondo (y luego otro par...); tostadas que merced a la magia de los aditivos y la alfa-amilasa me sabían exactamente igual que hace unas horas me supieron esos panecillos tostados de la foto, franceses de inspiración sueca...

Os diría que os acordéis de mis abuelos; os quedaría agradecido, vaya. Pero mal que bien, a ellos aún les queda una familia pecadora que les lleve flores y rece por ellos. Acordaos pues de los que mueren tan pobres (aunque fueran ricos) que ni eso les queda.

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